mayo 06, 2006

CUANDO ÉRAMOS MÁS FELICES


Hace poco vi en un foro perdido de internet un tema particularmente interesante que me llamó la atención para tratar en mi cada vez mas olvidado blog (sorry, la universidad, saben); y que me sorprendió por lo terribelmente sencillo: es que cosas, situaciones, olores, objetos te llevan a la niñez y te provocan alguna felicidad. Es extraño, porque cuesta creer que derrepente comerte un chocolate nikolo, columpiarte en un parque, dibujar con lápiz mina detrás de los cuadernos o echarte cola fría en las manos para después sacártela cuando este seca (quien no la ha hecho) te puede llevar inmediatamente a los tiempo de niñez. Muchas veces, entre tanto plotter, planos, maquetas, seccionales, hormigones estrucuturales y trasnoches frente a algún programa cad viendo que tu edificio no sobrepase el porcentaje de ocupación de suelo legal; cuesta creer que algunas cosas extremadamente simples te hagan sacar una sonrisa. Se que es una basofia esa barata frase de "la felicidad está en las cosas sencillas", pero quizás tenga algo de razón; y es que derrepente acordarte de cosas que simplemente no haces (muchas veces sin razón) o de objetos que ya no usas, solo porque ya "eres más grande", y que te recuerdan cuando eras chico, te hacen alegre inmediatamente; es como si irremediablemente uno fuera más feliz cuando era niño. Es cierto que la vida era más fácil, que quizás no pienses todos los días si vas a egresar y vas a quedar cesante; sino que podías solucionar tu vida (al menos un buen rato) viendo los pitufos y comiendote un pan con manjar colún, o que algunos juguetes (reconozco mi debilidad por los autos bburago, todavía) llegasen a ser una aspiración; darte cuenta que quizás si llegas a ser un profesional serio no vas a sentir la misma satisfacción que jugando a las escondidas con los que eran tus compañeros de colegio cuando chico, que en algún momento condorito te haya causado gracia (hoy me parece que es un pobre mutante pájaro); que en un milisegundo, un pequeño estímulo, como el olor al piso encerado te lleve a un período muy feliz de tu vida, como que te olvidas que existe la ley general de urbanismo y construcción y los planos reguladores; demonios, parece que mientras mas viejo se vuelve uno, más pierde la capacidad de asombro (yo no uso estos clichés, pero es cierto, motherfucker). Sigamos con nuestras tristes vidas, antes que seamos más viejos.